jueves, 30 de octubre de 2014

"Los geranios y la nieve". Alonso Guzmán.






































Mr. Henry es un pederasta estadounidense que ha llegado, hace unos años, a la ciudad de Toluca para convertirse en un respetable profesor de idioma inglés en una escuela de paga. Nada tonto. El pedófilo siempre busca estar cerca de las niñas. El problema es que Mr. Henry no solo se excita sexualmente con ellas. También, las viola, tortura, mata, y desaparece, conservando sus restos óseos como trofeos de caza.

Mr. Henry acaba de tomar una nueva presa: Greta, una pequeña que aún iba en el Kinder. La rapta, de su misma escuela, sin problema alguno. La lleva a su casa, donde juega con ella, por años, como si fuera un gato gordo, disfrazándola, y tomándole fotografías. Luego, esas impresiones, esas viejas polaroid, las usa para crear collages perversos, que despiertan el goce, más allá de la pedofilia:

Gordo Henry lee una vieja revista Proceso y encuentra una foto de Elena Poniatowska con Salinas de Gortari, Carlos Monsiváis y Héctor Aguilar Camín. La recorta sin que nadie se dé cuenta. Gordo Henry sabe que hizo lo correcto, lo correcto en muchos años.

[...]

Gordo Henry tomó la fotografía de la pequeña Greta, ahí, con sus ocho años relucientes. La recortó con ciudado y la colocó sobre Poniatowska. Él recortó su propia imagen y la puso sobre Carlos Monsiváis: una tarde veraniega con Salinas de Gortari, las trenzas de Greta, sonriente junto al presidente. ¡Qué felices eran, gordo Henry!

[...]

¿Qué tal otro fotomontaje, gordo Henry? La foto de Greta, tu princesa favorita, ahí, cuando estaba en la cama con su camisón. ¡Qué bella, gordo Henry! Dormida sobre su camita con holanes, con los ojos cerrados, mirando a otra parte, con las manos sobre el pechito y su mar de oro sobre el cojín. Espesura de oros, gordo Henry. Podrías ponerla sobre la foto en donde Rulfo contempla un cráneo de barro, entre sonriente y difuso. ¡Puedes ponerla ahí, gordo Henry! ¡Ponla en esa foto para que Rulfo y tú la vean por siempre, siempre, siempre!

























Mr. Henry aparenta ser un "buen vecino". Consuela a los padres de las niñas que ha raptado. Al fin de cuentas, es un profesor respetado. Les manda cartas de apoyo, les habla por teléfono. Incluso, llega a recibirlos en su propio domicilio. Los padres, aún más inocentes que sus crías, no sospechan del profesor de idioma inglés. Y si sospechan, el viejo pederasta los seduce hasta que desechan toda suspicacia.

¡Bien gordo Henry! ¡Ya tienes un plan...! Sabes que sus padres pueden venir a preguntarte. Pueden llegar desesperados a decir que la amaban, a cuestionarte de aquel día, si la viste en el jardín, en la calle, en algún lugar. No quieres que te tomen por sorpresa.

Recuerdas al Padre de Greta, ebrio, en loquecido en la puerta de tu casa. Muchas veces tuviste que atenderlo. Sólo te bastaron algunos movimientos para guardar el vestidito de Greta, sus huesos, sus fotos. Cuando entró a la sala, gordo Henry, sentiste un plácido y efervescente deseo, te excitó ligeramente que el padre de tu princesita llorara en el mismo lugar donde sus restos estaban ocultos, detrás de los muros.

¡Bien, gordo Henry!, ¡siempre has unido a la familia!

El humor negro se confunde entre las fantasías perversas. Para Mr. Henry, las niñas, aún muertas, tienen un valor emocional, estético, sexual. Son sus tesoros. De esa manera, el pederasta se convierte en un verdadero coleccionista de vidas infantiles. No se agota en el hecho de la muerte. Por el contrario, invoca con nostalgia y placer a sus fantasmas.

Eres un hombre con suerte y lo sabes, las princesitas siempre se fijan en ti. Siempre una de ellas te mira de reojo. Cada una tiene un tesoro: un perfume distinto entre las piernas.

Poesía negra que se convierte en prosa. Prosa que construye una historia. Historia que se entrelaza con las otras, con las de los demás personajes, que construyen la novela.



Los geranios y la nieve, segunda novela de Alonso Guzmán, ha resultado una sorpresa, aún para aquellos que conocemos, de tiempo atrás, al escritor.


Saludos.

Ayotzinapa students before their disappearance



Estudiantes, campesinos, normalistas, perseguidos políticos, no vándalos, no guerrilleros, ellos son los estudiantes de la Normal Rural "Raúl Isidro Burgos", en sus propias imágenes, en sus propias palabras.

Una breve producción audiovisual, presentada por la plataforma digital Fusion, que no pasará "al aire" ni en Televisa, ni en TV Azteca.


Saludos.

miércoles, 8 de octubre de 2014

"Tú soñabas durmiendo en Nueva York"



Un poema de mi amigo Miguel Angel Alvarado, publicado en el semanario Nuestro Tiempo Toluca, que refiere los hechos de violencia en contra de los normalistas de la Normal Rural "Raúl Isidro Burgos" de Ayotzinapa, Guerrero:

Ellos tenían cafés los ojos
la boca abierta como una iglesia
en las manos un prado y las balas
calladas apretadas en el corazón.

Eran las hormigas una hilera en el viento
verdad a medias de ojos rasgados
caminados de ida y vuelta entre el suelo y la sangre
el cabello airado pero crespo como un secreto a voces.

Alguien cuidaba la lumbre y escuchaba
la carrera de los perros y los autos.
Encima se les venían el mar y la ola dibujados en el cuaderno de la escuela
lamento de cuadrícula sobre los disparos al amanecer del 30 de junio.

Los murmullos y las piedras
pisadas con el furor de la noche en medio
de un relámpago y el metálico ruido del casquillo
cantaban sobrevolando mariposas y la guarida de los insectos.

A los muchachos los mataron los soldados una noche de manos levantadas
cuando el brazo extendido de la abuela
acurrucaba a los niños para el cuento de las brujas
junto a la ventana donde no se asoma el sol.

Tú soñabas durmiendo en Nueva York con tu mano
apretando el silencio de los días sin casa.

Llevaban ellos el incendio en sus máscaras de pájaro
y tenían escrita la tierra escarbada del último minuto
la súplica musical apenas audible que da risa si uno está jugando.

Se tocaban el corazón acomodándose la ropa
fingiendo, fingiendo, siempre fingiendo
que era un cempasúchil la herida, la flor
pisoteada del cigarro aplastado contra el viento.

¿Cuál fue la pregunta si el campo ya estaba verde
excavado de antemano, cuando todo era el silencio y las palas
apuntaban el camino, la vereda, el agujero injusto en medio de los árboles?

El viento daba vueltas entre los soldados
que levantaban la cara para no ver las duras semillas
muertos sembrados rasgando las entrañas.

A los muchachos los mataron los policías el 26 de septiembre del 2014
una tarde de banderas mexicanas partidas a la mitad
y festejos patrios de alcaldes y gobernadores.

Los subieron a las patrullas y las bocas y los ojos
se ahogaron en las luces de las torretas
que fueron el mar en ese grito del agua
atrapado entre las puertas de las casas atrancadas.

Recortado el mar sólo quedó la luna hiena.
Esa noche yo dormía con las puertas cerradas.

Los bajaron al final de un camino sostenido con estacas
y llamadas a celulares, en medio de los árboles y nada más
mirarlos les entregaron la tierra de Ayotzinapa
el mensaje guerrillero pero sin rostro
un adiós de manos rotas enrollado en papel periódico.

Los soldados miraban a las serpientes disparar entre silbidos
parados como árboles o postes de luz
en espera del almuerzo y las órdenes del nuevo día.

Nadie dijo nada en ese agujero de huesos partidos
acalladas las serpientes por el silbido. En un silbido
mientras el sol estiraba su animalidad innombrable.

Habrá que ver si levantaron la cara
si miraron los árboles, el sol en la barranca
el fuego callado apretando el corazón.

¿Cuál era la pregunta?

¿Cuál era la respuesta?

Justicia.

jueves, 2 de octubre de 2014

Dos conferencias de Psicoanálisis en la Fa.Ci.Co.



Tal como publiqué en mi FaceBook, hace unos días, inicié la lectura de Metagenealogía de Alejandro Jodorowsky. Luego de comprender que Jodo estudió algo de psicoanálisis en su juventud, y que conoció personalmente a Erich Fromm cuando estuvo residiendo en México, entendí mejor por qué su obra está permeada de categorías, conceptos, perspectivas y hallazgos provenientes de la ciencia analítica.

Además, la visión que Jodorowsky plantea de la terapia, y la correspondiente sanación que se espera de ella, me cautivó:

Para que sane, es necesario que el paciente sea lo que en verdad es y se libere de la identidad adquirida: lo que los otros han querido que sea. Toda enfermedad proviene de una orden que hemos recibido en la infancia obligándonos a realizar lo que no queremos y una prohibición que nos obliga a no ser lo que en realidad somos.

La "enfermedad" como causa de la neurosis infantil que no ha podido resolverse, al fin de cuentas.

Sin embargo, la propuesta jodorowskiana va más allá del inidviduo y el devenir-resolución de su "novela familiar", y comprende el análisis del árbol genealógico del paciente (a quién Jodo llama "consultante") a través de las historias y las vinculaciones de padres, abuelos, tíos abuelos y bisabuelos, tanto de la familia materna como de la paterna.

El día de hoy, las ideas de Jodorowsky volvieron a mi mente cuendo escuché al Dr. Luciano Lutereau disertar sobre el papel del psicoanálisis en nuestros días:

Antes de su muerte, Lacan afirmó que, probablemente, en un futuro, el psicoanalisis desaparecería. Por supuesto, se equivocó. Al contrario, la aplicación de las herramientas provenientes del psicoanálisis comenzaron a utilizarse en diversos campos de acción como la sociología, la psicología de masas o la política.

[...]

El problema actual es que, en las universidades, se estudia a Freud y a su discurso, no a su dispositivo analítico. Eso conlleva un problema de orden ético porque se utilizan las categorías provenientes del psicoanálisis de manera indiscriminada, incluso, con una visión contraria a la propuesta de Freud, como cuando se mezcla la teoría analítica y la diagnosis del DSM.

Solté una carcajada. Sonreí. ¡Cuántas veces había sido reprendido, siendo profesor de la Fa.Ci.Co., por desechar el famoso Manual Diagnóstico y Estadístico de los Transtornos Mentales y pedir a mis alumnos que escucharan con atención a sus futuros pacientes! Me sentí felíz. Por fin, tenía algo de justicia divina.

Luciano revisó con la mirada el auditorio. Notó que un porcentaje amplio de los ahí presentes discrepaba de su último comentario, así que explicó un poco más su negativa a utilizar el bademecum de los psiquiatras y los psicólogos sin teoría:

A mí me parece sumamente atrevido que en la nueva versión del DSM-V, se incluya la rebeldía como una categoría diagnóstica. Díganme ustedes, ¿qué niño o qué adolescente no es rebelde?

Se escuchó un rumor disperso en el auditorio. Algunos asistentes se acomodaron firmemente en sus asientos como esperando una nueva embestida:

Además, los psiquiatras están enfermos... ¡de verdad! Trabajo con un psiquiatra que siempre me canaliza a consulta los casos "más extremos", según su perspectiva... ya saben: niños autistas (que resultan no ser autistas), niños con "trastorno por déficit de atención" (que no tienen mayor cosa), niños que matan animales (¿qué niño no ha matado alguna vez un animal?), niños que serán futuros criminales, casi asesinos seriales... y yo los recibo con gusto, y tras unas cuantas sesiones, se nota que evolucionan favorablemente, y que, a diferencia de lo que opinaba mi compañero, no eran casos "tan graves"...

Sonrio. Mi sonrisa abarca toda mi cara. Nunca me he sentido tan felíz en el auditorio de la Fa.Ci.Co. Desde su perspectiva, Luciano se da cuenta de que existe cierta inconformidad en los rostros de los asistentes, y suelta:

Lo que quiero decir es que el psicoanalisis es, sobre todo, un posicionamiento ético. Y todo aquel psicoanalista (que se atreva a llamarse "psicoanalista") debe abocarse, primero, a escuchar atentamente a su paciente, a revisar su condición, su malestar..., antes de llegar a un diagnóstico prefabricado. Gracias.

De esa manera, termina. La siguiente en tomar el micrófono es la Dra. Liora Stavchansky quien diserta sobre la tarea del analista, su relación con el paciente, y su relación con el discurso del paciente:

El psicoanalista ya no está alli en sesión, en consulta. El psicoanalista está vivido en la experiencia, tanto del paciente como de sí mismo. Al apegarse a un discurso, y visualizarse, el sujeto vivido ya ha desaparecido.

[...]

Ningun psicoanalista se autoriza ni por un título, ni por una trayectoria, ni por una comunidad académica o analítica, sino por su trabajo con los pacientes.

[...]

Lo más importante en psicoterapia son los cortes que realiza el analista en el discurso del paciente (como si fueran los cortes hechos sobre una banda de Moebius). Pero, sobre todo, lo que hace el paciente entre una sesión y otra (si lloró, dejó su casa, pidió el divorcio, se intoxicó, etcétera), así halla pasado mucho tiempo (semanas, meses) entre ellas.

Me pongo serio. Recuerdo mi propio proceso analítico, y recuerdo: lo que hice entre cada una de las sesiones fue escribir, y eso es lo que he seguido haciendo.

Las conferencias terminan. Me dirijo a Luciano y estrecho su mano. Lo noto bastante delgado, aunque todavía con cabello negro abundante. Saludo, también, a Liora. Le pido dedicarme su libro. Acepta.



No me alcanza el dinero para comprar un libro de Luciano. Ahora, tras investigar un poco más sobre él, descubro que también ha escrito ficción, y que tiene dos novelas: Los santos varones (2011) y Perezosa y tonta (2012). Quiero leerlas.

Parafraseando el título del libro de Liora, los bordes de mi mundo vuelven a resignificarse. Nunca creí que se pudieran dar cambios tan positivos en la Fa.Ci.Co. Se nota la mano (y el cerebro) del Dr. Manuel Gutiérrez Romero. Ojalá halla más eventos académicos como estos.


Saludos.